Grabado
número 2. Con razón o sin ella.
En Con razón o sin ella dos soldados españoles se enfrentan a tres franceses, alineados como si de un pelotón de ejecución se tratase. Uno de los españoles, que sangra abundantemente por la nariz, sujeta en sus manos un puñal y alza su rostro con gallardía. El otro, situado algo más hacia el fondo, mira hacia el espectador con una expresión en la que se funden el dolor y el miedo al tiempo que empuña una lanza. Mientras todo esto sucede, al fondo, varios personajes se enzarzan en una feroz lucha, quizá para no correr la misma suerte de quienes van a ser ajusticiados en primer término.
En realidad de poco o nada pueden servir estas precarias armas con que los
españoles se enfrentan a las bayonetas galas, armas que en el grabado se
contraponen de manera evidente. En este sentido Goya nos muestra, tanto en esta
imagen como en otras muchas de Los Desastres de la guerra,
que frente al ejército francés bien provisto de armas, el populacho español
trató de suplir las carencias materiales con su propio coraje.
De la misma manera que hará en otros grabados de esta serie o como hizo
en El tres de mayo de 1808, Goya presenta a los verdugos de espaldas
al espectador, con sus rostros ocultos. Es probable que sea una manera de
aludir al carácter universal de la violencia, más allá de cualquier aspecto que
sirva para identificar a quien la infringe. Asimismo, la idea de universalidad
está subrayada también por la carencia de elementos pertenecientes a un paisaje
o a un espacio concreto que nos permita saber que está sucediendo.
Grabado número 3. Lo mismo.
El grabado que aquí nos ocupa se relaciona con el nº 3 de la
serie titulado Lo mismo. Goya establece una analogía del grabado nº
2 con la siguiente escena, en la que se produce la situación inversa, es decir,
unos españoles se ensañan con varios soldados franceses. Mediante estas
imágenes consecutivas y, al mismo tiempo, paralelas el pintor expresa su
incapacidad para justificar estas dos circunstancias, para exculpar la
violencia igualmente inadmisible en cualquiera de los dos casos.
Grabado número 7. ¡Qué valor!.
Uno de los
debates suscitados desde los primeros estudios de los Desastres hasta
nuestros días ha sido el del origen temático de las estampas; si estaban
basadas y representaban hechos concretos o si eran recreaciones genéricas de
sucesos que Goya había visto o leído y que le servían para expresar su
particular visión de la guerra. Quizá esta estampa mejor que ninguna sirve para
ejemplificar el proceso de elaboración del artista. Como sabemos, Goya fue
llamado a Zaragoza en octubre de 1808 por el general Palafox, junto con los
grabadores Juan Gálvez y Fernando Brambila, para “ver y examinar las ruinas de
aquella ciudad, con el fin de pintar las glorias de aquellos naturales, a lo
que no me puedo excusar por interesarme tanto en la gloria de mi patria”, según
comentó el propio pintor unos días más tarde en carta a José Munárriz,
secretario de la Real Academia de Bellas Artes. Es evidente que la ruina y
desolación que Goya pudo observar durante su estancia en Zaragoza –no superior
a dos meses, puesto que la ciudad fue de nuevo sitiada el 20 de diciembre– hubo
de causar una honda impresión en el pintor. La coincidencia temática de muchos
de los primeros Desastres con las relaciones impresas de lo
acontecido en la ciudad.
La
participación de las mujeres en los primeros momentos del levantamiento en
Madrid y durante el sitio de Zaragoza fueron aspectos muy destacados por los cronistas.
El papel de la mujer en los combates suponía ampliar el ámbito social del
levantamiento popular, por lo que poner de manifiesto de forma elocuente sus
acciones bélicas era una cuestión indudablemente propagandística. La
representación icónica de los héroes en la serie de las Ruinas de
Zaragoza constituye en este sentido un ejemplo modélico, ya que aparecen
representados como los protagonistas de los dramas teatrales patrióticos que
tanto éxito tuvieron en los escenarios de la época. El punto de partida de Goya
podía por tanto ser el mismo. Sin embargo, el fondo conceptual de esta estampa
es radicalmente diferente, precisamente por su sentido genérico y emblemático.
Goya renuncia de modo explícito a la representación de personajes o situaciones
concretas: la falta del nombre de la protagonista, el hecho de representarla de
espaldas y la carencia de un espacio identificable, son modos elocuentes para
revelarnos que estamos ante una imagen genérica que expresa la participación de
la mujer en el conflicto y su valor ante la muerte a la que todos están
abocados. Dérozier hizo una interesante interpretación según la cual la mujer
pasa de la individualidad a ser el símbolo de la España heroica, y donde la
admiración por el personaje es un ejemplo de la ambivalencia de sentimientos
entre el Goya liberal, defensor del espíritu ilustrado, y el que reconoce el
heroísmo y la dignidad de los patriotas, que se hace patente a lo largo de toda
la serie de los Desastres. Esta estampa ejemplifica al mismo tiempo el tratamiento
que reciben las mujeres en gran parte de las estampas de la serie, en las que
en general se constituyen en víctimas o en valerosas defensoras de la vida de
los suyos.
-Grabado número 19 Ya no hay tiempo.
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